Easter Message of Hope

 

Hermanos y Hermanas

La paz este con ustedes. ¡Felices Pascuas! Estoy llegando a sus hogares desde nuestra hermosa Catedral de la Inmaculada Concepción, donde hoy celebré la Misa del Domingo de Pascua. Desde este lugar sagrado, deseo ofrecer a cada uno de ustedes mis oraciones personales y mis mejores deseos para las bendiciones de una Pascua llena de alegría y esperanza. La Pascua no es un día cualquiera; es mucho más que todas las semanas que la iglesia celebra, es el más central de todos sus misterios; la Pascua es para siempre, ya que San Juan Pablo II nos recordó: Somos verdaderamente un pueblo de Pascua y Aleluya es nuestra canción.

Hermanos y Hermanas, la Pascua es una celebración de esperanza para toda la vida. Pero ¿en qué ponemos realmente nuestra esperanza? ¿En un saldo seguro y abundante en nuestras cuentas de ahorro y carteras financieras? ¿En un empleo estable y remunerado? ¿En tener buena salud o momentos felices con familiares y amigos? Si bien estas cosas son buenas, hay algo aún mejor y más duradero en el que los cristianos podemos y debemos depositar nuestra esperanza. Y eso es una tumba vacía y los fieles testigos que la encontraron así hace más de 2000 años a las afueras de la ciudad de Jerusalén. La tumba de Jesús. Esta es la fuente de nuestra esperanza duradera y definitiva. Jesús, que murió en el Calvario y que fue enterrado, ya no está en esa tumba prestada; porque Él está vivo. ¡Ha resucitado, tal como lo prometió! ¡Y esto nos llena de una esperanza sobrenatural!

Amigos, todos necesitamos esperanza; nuestra naturaleza humana no puede vivir sin ella. A menudo, cuando se quita todo lo demás, cuando ya no podemos confiar en las cosas de este mundo que nos dan seguridad, la esperanza nos mantiene en marcha. La esperanza nos fortalece para vivir estas pruebas, tribulaciones y sufrimientos, incluso para aceptar la muerte, la prueba definitiva. La esperanza cristiana nos permite ver más allá de estas realidades hacia una realidad mejor y más duradera, la vida eterna que compartiremos después de que nosotros también seamos resucitados de los muertos y salgamos de nuestras tumbas, para nunca morir de nuevo. Hoy, en la crisis actual en la que nos encontramos, no debemos perder la esperanza, porque Jesús, quien conquistó la tumba, está vivo y con nosotros siempre hasta el fin de los tiempos.

Entonces, mi querida gente de Pascua, con estos pensamientos sencillos, sigamos celebrando con la alegría de Pascua, fe y esperanza, porque este es el día que hizo el Señor, regocijémonos y alegrémonos. Feliz Pascua de Resurrección.

+ Reverendísimo Carl A. Kemme D.D.
Obispo de Wichita